...Halloween… ¿o JALOGÜÍN?

31 de octubre, 21:10 horas. Sofocado por el aún persistente calor, me siento a escribir un nuevo articulo para el blog, cuando escucho una serie de risas justo fuera de la casa. Espero que algo más ocurra, no quiero caer aún en el juego. Finalmente escucho el grito característico de voces infantiles con algo más que ganas “¡aloooooo!”. Abro la puerta. Máscaras. Un grupillo de 5 infantes se agolpan en la reja gritando al unísono: “¡dulce o travesura!”. No puedo ver bajo sus máscaras, pero estoy seguro que disfrutan enormemente mi cara de perplejidad. Me quedo parado unos momentos, en silencio, hasta que repiten su aterradora frase. Y me deshago en un mar de explicaciones que termina con unas palabras contundentes: no tengo dulces. Vuelvo al pc, a tratar de seguir escribiendo, cuando nuevamente escucho llamar a mi puerta. Asomo la cabeza por la ventana y se escucha un nuevo estruendo: “¡¡dulce o travesura!!”. Respiro profundamente y parto a la cocina en busca de algunos dulces, pero la acostumbrada previsión de mi madre no funciona en este caso. No hay dulces. Camino a la habitación de mi hermano y le pregunto si la mamá dejó alguna bolsa de dulces para repartirle a los mutantes que pasean por las calles. Él, tranquilamente y sin un solo dejo de culpa me arroja: “habían dulces, pero me los comí con mi polola y sus primos”. “¿y qué les doy a los cabros chicos?”, pregunto, esperando que él asuma la responsabilidad de abrir una y otra vez la puerta diciendo “no hay”. A lo que me responde: “diles que se vayan a pedir hueas a otro lado, que cagaron con los dulces porque me los comí yo”. Lindo. Lo dejo con sus frases para el bronce y me vuelvo al computador, para tratar de retomar la escritura, mientras en la calle se escuchan las carreras y las risas de decenas de niños y niñas disfrazados, disfrutando de una fiesta extranjera que se ha hecho parte de la cultura local. Recuerdo que hace un par de años esta fiesta no existía en mi barrio, nunca mis padres me enviaron a la calle disfrazado de cualquier cosa a pedir dulces casa a casa. Pero ahora es distinto, durante la semana los comerciantes adornaron con esqueletos y calabazas sus locales, y en los supermercados se ofrecían dulces con los motivos de la fiesta gringa a bajos precios. Los padres compraban disfraces y máscaras para sus pequeños. No me gusta, y sobre todo, no me hace sentido esta nueva tradición.
Luego de escuchar como las risas y los gritos de los azucarados niños inundan la calle, pienso que no es bueno fomentar estas practicas, pero aún así me siento un poco mal. Traté de ser bueno, busqué algo que darles, pero ahora solo queda apagar las luces de la casa y colocar un disco de pantera a todo volumen, y esperar que eso los confunda o los aleje...
Luego de escuchar como las risas y los gritos de los azucarados niños inundan la calle, pienso que no es bueno fomentar estas practicas, pero aún así me siento un poco mal. Traté de ser bueno, busqué algo que darles, pero ahora solo queda apagar las luces de la casa y colocar un disco de pantera a todo volumen, y esperar que eso los confunda o los aleje...